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martes, 13 de mayo de 2008

Prepárate porque quiero esceibir un libro contigo.


“Prepárate; porque quiero escribir un libro contigo.”


elia casillas


Lo había soñado, si; si lo soñé, entonces se lo dije a Mercedes...
-Anoche soñé que Dios me hablaba…
-Ahhhh ¿si? ¿Y qué te dijo?
-Dijo que me prepare porque vamos a escribir un libro.
Mercedes me vio, como si una parte de mí estuviera conectada a otra dimensión, a otro sitio, un espacio a donde él, nunca ha podido entrar. El tono de su voz fue burlón, punzante, aunque en el fondo, siempre termina creyendo lo que le digo. Luego, siguió en lo suyo, en su mundo, aunque vivimos bajo un mismo techo, él siempre está en su esfera y yo en la mía. Gaby también tiene su cosmos y Luis su orbita. El béisbol nos hace coincidir y armarnos un universo donde los cuatro nos entendemos, donde nuestras vidas embonan perfectamente, pero cada quien vive en su plaza y desde ahí nos atrincheramos para existir. Porque en el tablero que nos tocó, nuestras piezas siempre han tenido un principio y no te detengas, un estadio y un automóvil, una pelota y una carretera, una casa que se mueve donde hay reflectores, pero ante todo, una oración a Dios en cada diligencia. Sin embargo, cada amanecer le pregunté a mi Padre de qué íbamos a escribir. Tres soles perseguidos con sus lunas esperé, con intriga en las manos, con un gozo y una sola pregunta… ¿Qué querrá escribir conmigo? Lo soñé, sí, fue un sueño tan real, lo sabía, lo sentí, él me habló. No lo vi, sólo escuché su voz, pero yo sabía que era Él. Preguntaba y preguntaba y luego, yo misma hacía las veces de contestador, si entraban las dudas me convencía de lo contrario, todo había sido tan cierto. Entonces, el polvo apareció puntual y olvidé. Pero Dios tiene sus métodos para que uno recuerde cada promesa, porque esa era su palabra y acepté, ya que esa mañana amanecí feliz, y si lo tiré a la indiferencia, regresó con un memorándum, que no le deseo ni al ser más mezquino que haya cruzado este territorio. Esa mañana, Mercedes sostenía una charla por teléfono en monosílabos, eso me trajo de la recámara a la sala, el rostro de Mel difícilmente escondía lo que estaba pasando y habló:
-Luis tiene dolor de cabeza y lo hospitalizaron, al parecer trae la presión alta…
-¿En dónde lo tienen hospitalizado?
-En el Cima de Hermosillo
-Me voy a ir…
-No, no pasa nada, es la presión, sólo eso… Mañana le hacen unos estudios para saber exactamente que tiene.
Ahhhh, ¿pero quién es capaz de engañar la sangre de la misma sangre y quedarse tranquilo en la otra avenida…? Una parte de mí decía que algo trágico pasaba con Luis. De nuevo, el repiquetear del teléfono me sacó de cualquier presentimiento, era don Juan Manz, tenían un taller de cuento en la librería de Libros y Más en Ciudad Obregón y hablaba para invitarme. Fui al seminario, volver con mis amigos era agua para moribundo en zona despoblada. Intenté dejar fuera la llamada, pero fue imposible, entre charla y charla un pequeño aguijón entraba por el costado izquierdo avisándome que Luis estaba en peligro y me escondí detrás de unos lentes enormes y oscuros. Don Juan me preguntó si Mel me había golpeado, le contesté que no, y que no iba a quitarme los lentes, a mi hijo algo malo le está pasando, sólo eso puedo adelantarles. Los lentes eran un cristal donde escondía mis presentimientos. Esa noche una máquina contestadora del hospital nos llevó a cualquier sitio, menos al cuarto de Luis, pero al día siguiente antes de irme al curso llamé para ver como iba todo, él me dijo que viajara sin pendiente, aunque al regreso no sé porqué, no dejé de rezar… sentía una parte de mí apretada y esa no era buena señal, tenía miedo, miedo a saber lo que realmente ocurría y ese era un aviso, los exámenes de Luis traían malas noticias. El semblante derrumbado de Gabriela y Mel lo confirmó cuando llegué a casa:
-Luis tiene un tumor en la cabeza… van a operarlo.
-¿Queeeeeeeeeee?
Tuve que sentarme, miré el techo, y sólo recuerdo que dije: -no. No, no, no Dios, no-. Pasé la poca saliva que me quedó, de pronto la boca estaba reseca y nosotros viendo un lado del terror al que nunca habíamos entrado, porque una cosa es tener miedo y otra entrar en su territorio, un sitio frío donde el corazón no tiene un segundo de descanso, y donde la calma es sólo una fantasía distante, un laberinto oscuro, donde uno conoce la entrada, pero no sabe como, ni cuando ni como va a salir. Poco a poco fui seccionando la noticia para aceptarla, la partí para que no fuera tan dolorosa y me fulminara. Hay tragos que se atraviesan y cortan el alma. Luego quise hablar con Luis.
-Viejo, ¿cómo estás?
-¿Ya sabes?
-Si; y la vamos a librar, no te preocupes
-La operación sale en ciento cincuenta mil pesos y mis amigos quieren hacer un teletón…
-No Luis, hay dos casas, con una de ellas se paga tu operación, no quiero que pienses en el dinero, si es necesario vendo un pecho…
-Jajaja a ver cuanto te dan por el…
-Bueno y si no, están los riñones, el hígado y lo que sirva… Nos vamos a ir contigo, deja que ordenemos la casa, y salimos para allá.

El pollo

Nadie había probado un taco, la noche anterior cociné un pollo en la olla eléctrica, yo traía un café y un pan, Mercedes y Gabriela un cereal. Eran las seis de la tarde, sabía que el viaje de tres horas necesitaba de un esfuerzo para el conductor y para el copiloto y aún así, no queríamos saber nada de comida. La casa de pronto tenía un aire abatido, cualquier rincón era una cueva donde la incertidumbre había tomado posesión, al estómago le importaba una pura y dos con sal, simplemente no había apetito, éste, nunca apareció, aún así, nos comimos un pollo con sabor a agua salada. Antes de salir, limpiamos la casa, lavamos toallas, sábanas, Gabriela dejó todo en orden, y salimos. Rumbo a Hermosillo, cualquier penumbra era motivo de sobresalto, como si la muerte soltara su manto sobre nosotros y el susto aparecía en cada metro de carretera. Antes de venirnos hablé con Bety Bryant y se me fue el llanto, como si en ese momento, una válvula se abriera dejando explotar el dolor, ella no podía creer que esa malaventura ahora fuera nuestra, le dije que saldríamos para allá. También le hablé a mi hermana Paty para que rezara, llamé a la Nena del Paquín, aunque no la encontré dejé recado, y avisé a otras personas, entre ellas a doña Rita, una señora que vende hot-dogs, para que le avisara a mis amigos y a la gente de San Judas Tadeo, para que rezaran por Luis Mercedes, ella creyó que bromeaba. De ciudad Obregón llegué casi a las cuatro de la tarde ese día afortunadamente Mel y Gabriela no lograron comunicarse conmigo, porque yo no uso celular, así que nunca pudieron contactarme y manejé tranquila, no imagino los 70 kilómetros o más que son a Navojoa, no me veo manejando en ese charco negro que de pronto es una desgracia como la que hoy se nos venía, aunque mi sexto sentido no dejaba de palpitar. En uno de los salones de la librería de Libros y Más teníamos el taller, Don Juan Manz poeta del trigal sonorense propuso enviara mis textos sobre béisbol a la Universidad de Sonora y esa noticia me traía con la adrenalina arriba, feliz, con un pie en la nube, otro en el acelerador y el alma sin cobijo. Ahora nuestros rostros estaban caídos, siempre hemos sido una familia demasiado unida, vamos, y venimos por distintos rumbos, pero constantemente buscamos un momento para estar reunidos y contarnos nuestros triunfos, derrotas, las nuevas, y las viejas y las que aún no hacen historia. Que uno de nosotros sufriera un descalabro, nos afectaba duro y seguido y no íbamos a dejarle abandonado, la vida es un bulevar donde nunca sabemos que pueda suceder en la siguiente esquina, pero de algo si estábamos seguros, Dios siempre nos protegió, esta vez no íbamos solos en desgracia. Y aunque nunca he conocido sus designios, supe que algo traía entre manos y que en los siguientes días mostraría pistas. Mel, Gabriela y yo, en momentos guardábamos silencio, como si nuestro monólogo interno fuera un torbellino que no encontraba hebra, rezos, plegarias, culpas, juramentos y promesas que siempre acompañan estas catástrofes. Esta vez, la entrada a Hermosillo no hablaba sobre béisbol, no olíamos la pelota, esta vez; un batazo ponía en jaque a Luis Mercedes y nosotros como soldados estábamos ahí para apoyarlo. No quise quitarme la batita de manta que vestía, siempre que la uso ellos dicen que soy Fantasmín y eso me divierte. Lo acompañaban Paola su novia, Bety y Derek Bryant, entonces me sentí en familia, ellos siempre han sido nuestra rama espiritual más cercana, nuestros hermanos de fe, nuestra siguiente familia, los hermanos que Dios nos puso para darle fuerza al corazón y al cuerpo. Mientras hablaba, recordé el sueño y les dije: -Una vez en San Luis Potosí soñé que Dios hablaba conmigo y me dijo: Prepárate; porque vamos a escribir un libro… Creo que la cosa va por ahí-. Luego todos empezaron a bromear sobre mi vestido Fantasmín… Luis a simple vista estaba bien, el cuarto tenía aire acondicionado, un televisor, baño, enfermeros las veinticuatro horas, un sofá cama y vaya comida, parecía hotel de cinco estrellas. Nos fuimos tranquilos a su casita, que también tenía todo, sólo qué… en cuanto quisimos prender el televisor, éste no funcionó, moví la mesa donde un florero bien surtido adornaba un pasillo y que se le caen las patas, ya no quise mover nada más. Trajimos el colchón inflable y bajamos hasta la olla con el pollo. Menos mal que la cama funcionaba, el microondas no quise tocarlo. Ya entrada la madrugada, de pronto un estremecimiento me hizo dejar el sueño y desperté agarrándome el pecho, entonces, recordé que en casa me había pasado lo mismo tres noches seguidas y pensando que era el corazón llamamos al doctor Ciro Pellegrini para que calculara mi presión. Todo estaba funcionando bien… sin embargo, en ese momento supe que eran presentimientos, avisos de Dios, diciéndome: prepárate. Lo descuidé, y él siempre llama tres veces a mi corazón. En ese momento supe que él tenía tiempo informándome que estuviera alerta.
Continuará…

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