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lunes, 26 de noviembre de 2007

Mayos de Navojoa y don Víctor Cuevas


Hoy nos hicieron una rica y suculenta comida en las Bocas, en la casa de don Víctor Cuevas. Con el mar al fondo, una brisa que dejaba ver el otoño ya de cerca. Cocinaron un lechón, nosotros como siempre, primero glamorosas que llegar temprano jajaja. No, la verdad que tuvimos que esperar que Gabriela regresara de la escuela, y tomamos camino. Las Bocas es un sitio pequeño que ha crecido poco a poco a orillas del Océano Pacífico, la mayoría de la gente de Navojoa tiene casa ahí. Pero la casa de don Víctor es más bien un hotel chico. Con una decoración muy mexicana; esta casa es una verdadera mansión de ocho recámaras, un patio al centro, y una cocina muy acogedora, larga, larga y siguiendo de frente hay una sala y finalmente la terraza. La mayoría de los jugadores se quedaron afuera viendo como se cocinaba el cerdito. Cuando llegamos alcanzamos a ver unos platones con camarones gigantes cocidos. Luego vino la comida, buenas salsas, tortillas calientitas, calientitas, recién hechas. Después de comer, pedí café y me fui a la sala a leer, era como estar a dos centímetros del cielo, con el sonido del mar arrullando uno de mis cuentos preferidos: Mi vida con la Ola, de Octavio Paz. Aunque este cuento lo leí hace tiempo, al escuchar el título de uno de los libros de Francisco Hernández; Mi vida con la perra, el cual lleva un epígrafe del cuento de Octavio, quise leerlo de nuevo y vaya que lo disfruté. Café, galletas, ate de membrillo, y el Carbonero del Silencio de Jorge Calvimontes y Calvimontes, me hicieron soñar por un momento, y dejándome llevar entré en la magia de la literatura. ¡Dios que belleza!, sentí de pronto que hay regalos que Dios da en bandeja de oro. Afuera el tiempo seguía, los platos, los niños, los jugadores, sus esposas, la comida, la familia de don Víctor, mostrando que ellos también son equipo y muy buenos anfitriones y… Adentro, yo y mis libros; sabíamos que hay instantes tan ricos que uno debe meterlos en el bolso para siempre, y eso hicimos. Gracias don Víctor Cuevas; por su familia y por las atenciones.

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